La degeneración macular asociada a la edad (DMAE) es la principal causa de ceguera irreversible en personas mayores de 60 años1 . Las primeras fases de la enfermedad se conocen como DMAE seca y se caracterizan por la acumulación de drusas, que son pequeños depósitos retinales. Las fases más avanzadas se conocen como DMAE húmeda, durante las cuales la ceguera avanza a causa de una angiogénesis anormal inducida por el factor de crecimiento endotelial vascular (VEGF)1.
Aunque la DMAE no tiene cura, existen ciertos tratamientos para la fase húmeda de la enfermedad, centrados en agentes anti-VEGF que se inyectan directamente en el globo ocular para impedir esa angiogénesis aberrante1. Este tratamiento, aunque mejora la visión a corto plazo, no suele tener un efecto protector en la pérdida de visión a largo plazo2.
Para las fases iniciales de la enfermedad, en cambio, no hay tratamientos farmacológicos disponibles. Aunque hay algunos en desarrollo que podrían llegar a España este año, lo cierto es que de momento las mejores opciones se centran en la modificación de ciertos hábitos que constituyen factores de riesgo para el desarrollo de esta enfermedad, como serían el tabaco, la dieta o la enfermedad cardiovascular1.
Aunque no se conocen los mecanismos concretos por los que se produce la DMAE, el estrés oxidativo parece jugar un papel decisivo en su desarrollo2–4. Las especies reactivas del oxígeno (ROS) dañarían el ADN y los lípidos de los fotorreceptores, que se acumularían en la mácula. De hecho, los principales factores de riesgo para esta enfermedad están relacionados con el desequilibrio del sistema antioxidante, por lo que las estrategias de prevención del avance de la DMAE se centran en este punto4.
Aunque resultaría lógico pensar que la exposición excesiva a la luz pudiera tener un efecto sobre el desarrollo de esta enfermedad, la realidad es que hay muy pocos estudios que hayan conseguido establecer esta relación, por lo que no existen recomendaciones claras al respecto3.
El mayor factor de riesgo modificable es el tabaco, que aumenta la probabilidad de desarrollar DMAE de 2 a 4 veces4. Por tanto, eliminar este hábito sería crucial para frenar su desarrollo. Además, el ejercicio y una dieta rica en antioxidantes ayudarían a establecer el equilibrio del sistema antioxidante e impedir el avance de la degeneración macular2,4.
El consumo de alimentos ricos en omega-3, vitaminas antioxidantes, minerales y carotenos se ha asociado con un menor riesgo de DMAE3. En este sentido, se recomiendan patrones alimenticios con menos carne y basados en alimentos vegetales, que incluyan verduras, frutas, cereales integrales, legumbres, frutos secos, semillas y pescado azul, similares a la dieta mediterránea2.
En 1990 el Instituto Nacional de los Ojos (perteneciente al Instituto Nacional de EEUU) llevó a cabo un estudio con personas que sufrían DMAE para determinar la eficacia de la suplementación con diferentes componentes relacionados con el estrés oxidativo. En el primer estudio, el AREDS (Age-Related Eye Disease Study) se realizó la suplementación con zinc, antioxidantes (vitaminas C y E y betacarotenos) y cobre. Años más tarde se realizó un segundo estudio, el AREDS2, en el que se reemplazó el betacaroteno por luteína y zeaxantina, y se redujo la dosis de zinc para aumentar la eficacia y seguridad3,5.
Los suplementos utilizados en la AREDS2 contienen 500 mg de vitamina C, 400 UI de vitamina E, 80 mg de zinc, 2 mg de cobre, 10 mg de luteína y 2 mg de zeaxantina. Tanto los suplementos utilizados en el primer estudio como en el segundo demostraron reducir el riesgo de progresión de la enfermedad, mostrando más eficacia la combinación del AREDS23,5.
A pesar de los efectos positivos de la nutrición sobre la progresión de la DMAE observados, muchos especialistas de la retina aún no transmiten este mensaje a sus pacientes. Los motivos pueden ser varios, como la falta de conocimiento o de tiempo, o incluso desconfianza en su efectividad. Sin embargo, se ha observado que los pacientes son más receptivos a cambiar su estilo de vida cuando son diagnosticados o reciben malos resultados, por lo que sería un buen momento para hacerles partícipes de su propia salud2.
La progresión de la enfermedad depende de numerosos factores genéticos y ambientales, por lo que la pérdida de visión puede avanzar en pocos meses o producirse de manera progresiva a lo largo de varios años. La DMAE temprana suele ser asintomática, pero puede derivar tanto en DMAE seca como húmeda. En el primer caso, el deterioro será más lento y progresivo, mientras que la degeneración macular húmeda es más repentina y rápida6.
Por lo tanto, es imprescindible transmitir a los pacientes la importancia de cambiar ciertos hábitos para retrasar la degeneración y preservar la vista el mayor tiempo posible.